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Hacer vivir la historia

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Si hay algo que ha exacerbado la intención de muchos de elevar su opinión pública son las redes sociales, cualquiera que sean estas. El afán por contarle a otros lo que «se supone que sabemos«, está a la orden del día. Ni se diga el afán por vender ese «saber». No importa a qué costo eso suceda, lo importante es que los demás «crean que sabemos acerca de algo«. Tuve un maestro de PNL que decía: «Creer que sabemos, ese  es el problema. Creer que sabemos«.

 

La cantidad de «expertos» que habitan esas redes bombardeándonos de información es prácticamente incontable. Hay para todos los gustos y temáticas, y de estilos variados.  Y me incluyo entre unos de ellos. Una cosa llamó bastante mi atención: muchos son muy versátiles a la hora de describir las problemáticas sobre las que son «expertos», pero muy pocos ofrecen alternativas de solución para hacer vivir la historia. Y bueno, aún son menos los que se podrían comprometer con alguna. 

 

Traigo un ejemplo: los que hablamos de liderazgo -con tono de que esa labor es muy fácil- describiendo cómo debería ser el «líder ideal», y atacando sin piedad a todo lo que se parezca a la palabra «jefe». Muchos somos consultores. Y desde la consultoría -aparentemente- es poca la práctica real del oficio, y sólo nos volvemos consejeros al respecto. Trasladamos una historia o una opinión. No tengo tan claro si todos los que hablamos del tema, hemos vivido el tema. Y así, con muchos otros temas.

 

¿A quién creerle?

 

Pienso que eso es decisión de cada quien. De la confianza que le inspire la persona que cuenta la historia. En mi caso personal, le he creído más a quienes me han hecho vivir la historia que solamente a los que me la han contado. A los que me demuestran –así solo sea con buenos argumentos– que han transitado esos lugares desde la vivencia para poder llegar a esas conclusiones. Y es por eso que es tan importante en los procesos de formación, la lúdica más allá de la magistralidad. Las analogías bien elaboradas. Las experiencias extrapoladas al contexto donde se deban utilizar. 

 

Si estamos en el área de la formación (académica o empresarial), tenemos que empezar a migrar de solo contar historias a hacerlas más vívidas en la audiencia para que los aprendizajes se den. Porque repetir lo que alguien más ya dijo no necesita más que un básico nivel de lectura, algo de buena memoria, y el mínimo de gramática y ortografía como para garantizar que la frase se repite tal cual. 

 

No es lo que cuentas, sino cómo lo cuentas. No es lo que haces, sino cómo lo haces. En cualquier caso, nuestra audiencia debe quedar convencida de que le hacemos vivir nuestra historia. De que basados en la práctica, contamos lo que contamos y hacemos lo que hacemos. Y que es por eso que nos ven valiosos. Tanto, que nos quieren tener más cerca. O porque nos contratan, o porque consumen con alguna compulsividad nuestros contenidos, o porque se atreven a recomendarlos. Si no es así, con que siga a cualquier repetidor, es suficiente.

Alguna vez vi un video de un influencer apodado «El Chombo». En su canal de youtube, explica de manera muy entretenida historias de la vida musical mundial. En su cuenta de TikTok, hace reflexiones de cosas de la vida. Una de ellas era acerca de los dos tipos de persona que él ve que hay en el mundo: Los que siguen tendencia, y los que la crean. Dice «el 90% de las personas siguen tendencias y solo un 10%, las crean». Y bueno, creo que hoy tenemos un 90% de personas que repiten lo que han leído, y solo un 10% que nos hacen vivir  lo que han vivido.

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