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Liderazgo: Que nos pongan la música que nos gusta.

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El jazz no está muerto, simplemente huele de un modo curioso

Frank Zappa

 

Antes de que iniciara la pandemia tuve la oportunidad de desarrollar una escuela de liderazgo a través de la música, para líderes comerciales de una embotelladora colombiana. «El poder de dar poder», era el nombre del primer módulo del programa, y consistía en sensibilizar a estos líderes acerca de su realidad con respecto a las competencias y habilidades de liderazgo. 

La plataforma lúdica era la música, y para poder desarrollar el concepto de liderazgo era necesario hablar de los conceptos musicales análogos desde la música clásica, acudiendo a compositores como Mozart y Beethoven. Todo porque el quehacer musical orquestal, al ser jerárquico, facilita el entendimiento del liderazgo con el famoso cliché de la dirección de orquesta.

Teníamos músicos en vivo, y buscábamos que los participantes  entendieran cómo funcionaba esa estructura orquestal como si fuera una estructura empresarial. Por lo general, el público no está muy familiarizado con la música clásica ni con las orquestas sinfónicas y su funcionamiento. Bien porque no la conoce, o bien porque no le gusta. Sin embargo, necesitábamos que intentaran entender el proceso. 

El público participaba activamente de los ejercicios, aunque se sentían algo perdidos dado su no familiaridad con ese estilo musical. Esto sucedía en Barranquilla, lugar donde la música todo el tiempo parece ser «alegre y movida«. 

Cabe aclarar que cuando se habla de hacer un taller de liderazgo a través de la música, la gente imagina un taller donde van  a cantar y a escuchar música que los pone en un mood de «felicidad constante«. Sin embargo, el taller no se enfoca en que la gente esté «guapachosa», sino en entender cómo desde la lúdica de la música, se desarrollan las relaciones de liderazgo y empoderamiento. Sobre todo, porque se hace un parangón entre la orquesta sinfónica y el mundo empresarial. 

En un momento del proceso, el director del área de formación, que acompañaba la experiencia de parte de esta empresa, me dice: «No los veo felices, y creo que es porque no les está gustando la música. ¿Podrías dejar de hacer los ejemplos con esa música tan aburrida y los puedes hacer con vallenato? Esa es la música que les gusta«

A lo que le respondí: «Hablar de liderazgo –si se aborda el tema con seriedad– implica poner a los participantes a reflexionar sobre su postura frente a esa labor, sobre cómo es la relación de verticalidad y horizontalidad que se tiene con las personas a quienes lideran, y sobre su relación con ellos mismos como líderes. El liderazgo no se trata de  solo ponerle a la gente la música que le gusta. Se trata de saber muy bien qué música poner, y que esta sea congruente para el momento por el que esté pasando la organización, o alguno de sus procesos».  

Entonces me di cuenta de que el parámetro de medición de ese proceso era qué tan felices salían las personas del taller, distinto a qué tan conscientes de su realidad como líderes terminan los participantes. Cualquier proceso que desarrolle habilidades blandas implica reflexión, acción, ensayo y error. Por ende, implica escuchar cosas que no gustan.

Cuando los músicos iniciamos la práctica del instrumento que decidimos tocar para hacer música, no lo hacemos con la música que nos gusta. Lo hacemos con la música que se necesita para ayudar a desarrollar la destreza técnica que el instrumento requiere. Incluso, no hacemos música, solo ejercicios técnicos (y que por lo general son aburridores). 

En conclusión, no podemos desarrollar nuestros trabajos esperando a que siempre suene la música que nos gusta. En otras palabras, no podemos desarrollar nuestras labores esperando a que siempre nos digan lo que queremos oír. No es un tema de solo gusto, también es un tema de funcionalidad. 

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